Mantenemos nuestra mente llena, buscando soluciones, comparando, imaginando los mejores o los peores escenarios, haciendo planes; en pocas palabras, saltando del pasado al futuro y apenas sobrevolando en el presente, para el cual tenemos asignado el "piloto automático" que nos asegura -casi que los mínimos para- permitirnos seguir con vida, así la mente puede seguir inmersa en sus “pensamientos”.
Y cuando uno logra detenerse y observar con honestidad, cuesta aceptar que, mientras nuestra mente se entretiene saltando presa de los juicios, las interpretaciones o las cosas pendientes, es el piloto automático el que se relaciona con la pareja, hace la cena y nos alimenta; la dificultad se encuentra en que al ser “automático” poco o nada nos reporta acerca de sensaciones o emociones del presente, obligándonos a vivir en las del pasado.
Habitar el presente con la atención necesaria, siendo concientes de donde estamos, quien nos acompaña, como nos sentimos, los olores que nos rodean, nuestra propia respiración, proporciona a nuestra mente el espacio suficiente para relajarnos y “Ser”, y es en este espacio en el que surgen las respuestas, no en la carrera desesperada de la mente, sino en esa apertura al presente, allí es donde residen la creatividad y la vida.