Para nadie resulta ajeno el inmenso valor que le damos culturalmente a la capacidad de lucha, como una de las actitudes necesarias para poder vivir y “ganarse un espacio en el mundo”, luchar para sobrevivir, luchar para sobreponerse, luchar para conseguir lo que se desea, luchar para ser mejor; sin embargo de darle tanto valor perdemos de vista el necesario equilibrio entre lucha y renuncia, para sobrevivir a veces es necesario renunciar, al igual que para sanar, y el espacio en el mundo ya lo tenemos, solo hace falta permitirnos ser.
Nos instalamos en un solo extremo del balancín viviendo la
vida desde la lucha, cultivando una actitud que, para poder ser vivida,
necesariamente tendrá que incluir percepciones e interpretaciones que nos
confirmen que lo que nos rodea fuera y dentro son medios hostiles que están
allí para ser conquistados, y desde esa posición es muy difícil relacionarse
tanto con lo que nos habita como con el espacio que habitamos. Luchamos en
dimensiones y situaciones que piden claramente una actitud diferente, donde lo
recomendable sería renunciar. Nos ponemos en modo lucha en el plano afectivo,
resistiéndonos a abrir los brazos y el corazón para acoger lo que se presente,
luchamos con lo inevitable, nos resistimos a los cambios, incluso luchamos con
la realidad cuando la única invitación que nos hace es aceptarla tal cual es .
Empezar a reconocer el valor de renunciar será empezar a
ganar espacio para enriquecer nuestra percepción y transformar nuestra
conciencia; poder detenerse y elegir cuando emprender la lucha y cuando
cuidarse en la retirada nos proporcionará mayor libertad, mayor flexibilidad y
necesariamente disminuirá el sufrimiento.
A veces la mejor acción es no hacer nada, observar y
relacionarse con lo que hay y desde allí poder decidir.
Empieza por observar de que manera te relacionas con las
diferentes situaciones, ¿como se siente tu cuerpo en ellas, tenso y listo para
entrar en la batalla o disponible y receptivo para fluir con lo que se
presente?; ¿que pensamientos habitan tu mente, pensamientos que alimentan la
creencia de que la “vida es lucha”? ¿qué tanto te aferras a la idea de que las
cosas, las situaciones, las relaciones deberían ser como tu crees?.
Poco a poco nos iremos dando cuenta de que en realidad no
renunciamos a las cosas, los sueños o los planes, renunciamos a las ideas
rígidas de cómo debería ser la realidad y en definitiva a aquello a lo que
renunciamos es a la lucha.