miércoles, 9 de febrero de 2011

Los Microencuentros cotidianos. Abrir la puerta al contacto.

 De tanto pensar sobre nosotros olvidamos la conexión con los otros.

Conforme se avanza en la escala de “desarrollo” , en la que aparentemente estamos de acuerdo, para medir los países y las culturas, encontramos que en la misma proporción, descuidamos el encuentro con el otro, dejamos de reconocerlo como parte vital nuestra, y rezagamos al mínimo, el contacto cotidiano, con aquel que nos es desconocido.


Evitamos la mirada, evitamos el contacto, nos especializamos en tocar poco, en coincidir poco en las pupilas del otro; tememos sentirnos descubiertos reflejados en el rostro ajeno, sin saber que se debe hacer o que se debe sentir en esos pocos segundos de coincidencia, y si se llegase a presentar tan terrible ocasión, rápidamente buscamos la forma de esquivar la mirada.
Y de tanto esquivar, repetimos los caminos cotidianos sin dejar de habitar la mente,  repitiendo el disco rayado de las responsabilidades, el pasado, el futuro, las frustraciones, una y otra vez, como un escudo que nos protege del temor a  la desnudez de los ojos propios y del prójimo, que nos protege de poder compartir e intercambiar sensaciones en un minúsculo espacio de tiempo.

El otro nos reconoce con su mirada, dejarnos tocar por ella es una oportunidad para permitirnos “Ser”; para por un momento detener el monólogo interminable, en el que el centro del universo soy “yo” y mis vicisitudes.  Encontrarnos con el otro en una fracción de segundo nos devuelve al aquí y al ahora, a esto que se despierta en el cuerpo y la mente, es una ocasión para que la mente aterrice forzosa e inevitablemente en el presente.

Y tú, cuantos microencuentros te permitiste hoy?