Buscamos la seguridad a cada paso, intentamos avanzar sobre terreno más que firme, procurando, aunque fallidamente, desterrar la incertidumbre de nuestras vidas. Es una sensación que no soportamos, con la que nos cuesta mucho convivir y en la que pocas veces nos damos el permiso de profundizar.
Podemos estar durante años persiguiendo un trabajo estable, apostando por relaciones sin muchos retos, deseamos tenerlo todo atado sin imprevistos, vivimos en un mundo que sobrevalora la seguridad, al punto de creernos que es la meta de la vida sin darnos cuenta que detrás del valor que le damos, lo que realmente se encuentra es el miedo a la incertidumbre, que es tan real como la vida y tan inevitable como la misma muerte.
Sin embargo estamos asistiendo, aunque a empujones, a un cambio en nuestra forma de vivir, estamos viendo con un poco de perplejidad, como en las sociedades de bienestar en las que gozan de mayor seguridad y estabilidad sus individuos, la depresión, la crisis de valores, la intolerancia y otros conflictos individuales y sociales incrementan sus índices de forma galopante; así que al parecer la “seguridad no asegura mucho”, ya que probablemente no es la búsqueda de seguridad lo que mejora nuestra calidad de vida, sino aceptar e incluir la incertidumbre como parte de ella, lo que en realidad nos libera.
No nos damos cuenta, por lo menos no con mucha frecuencia, pero la seguridad nos atrapa cuando se convierte en meta, nos impide avanzar, nos impide lanzarnos a lo que realmente necesitamos, a lo que realmente queremos, a lo desconocido, a las posibilidades; una vez creemos haberla conseguido es muy probable que los días se empiecen a parecer inevitablemente los unos a los otros, día tras día.
La incertidumbre moviliza, afina la creatividad, imprime vitalidad a los actos, nos hace crecer, despierta nuestros sentidos a la vida, porque la vida es incierta.
¿Eres capaz de convivir con la incertidumbre, y dejarla acampar por temporadas en tu vida?
"Hablan mucho de la belleza de la certidumbre, como si ignorasen la belleza sutil de la duda. Creer es muy monótono; la duda es apasionante." Oscar Wilde