-¿Se dio muy duro?- Me dio muy duro. Igual que Alicia me puse a llorar y como ella paré de hacerlo cuando noté que me iba a ahogar en mis propias lágrimas, en lugar de desahogarme con ellas. - Una razón muy técnica para dejar de llorar.- No todo lo del ego es ordinario. - Y dígame, además de llorar ¿Cuáles eran sus otras opciones? -Nostalgia y autocompasión por la realidad perdida y la pérdida de realidad y/o cruzar la puertecita habladora - ¿Qué decidió? - Cruzar. Cruzar porque, si bien ego estaba aterrorizado, no por ello dejaba de comprender que la situación carecía de reversa. Imagínese que desde donde estaba la vieja realidad se veía a través de un vidrio. Parecía una pecera. Muchos peces boquiabiertos. Ego me puse a pensar, con una pincelada de uvas verdes, que de todas maneras en la vieja realidad ego no iba para ninguna parte. Allí mi vida se repetía todos los días. Siempre los mismos cuentos. La cuotidianidad le decían. Era como el impuesto del tedio. Pague con aburrimiento su derecho a ser un fiel cumplidor del deber. Ud. sabe. El deber ese (de heces), el que nunca deja de existir al ser como es. El que detesta a let it be y ama a Laisse faire passer. Me dije que si todos los días veía y hacía lo mismo era porque nunca me había movido de donde estaba. Y uno no puede ir a ninguna parte sin moverse. Y ego quieto. Así que me pareció buen negocio moverme, incluso pasando por la bocona de la puertecita. - ¿Qué del otro lado? - Incómodo al principio, despistado después. Hasta que me topé al gato sonrisa de Luna, felino no muy educado pues siempre desaparecía con una sonrisa en los labios. El que me empistó haciéndome ver que cuando uno no sabe para dónde va cualquier camino es bueno. Más o menos que por cualquier lado se llega a cualquier parte. Cuando nos despedimos del sabio mínino, otro me remachó: ¡Viste! - exclamó - no importa dónde estás, ahí estás. Debo decir que ahí fue - ahí puntualmente- donde le robamos el reloj al conejo Afanado - ¿Qué hicieron con el? - Lo empeñamos en no decir la hora. -
Esquizitofrenia, Luis Enrique Mejía D, (Proloco IV, pag.7)