lunes, 16 de mayo de 2011

"...Y uno no puede ir a ninguna parte sin moverse."


¿Cómo cayó usted en un asunto tan loco? - No caí, me empujaron. - ¿Quién? - Debió sel el otro - ¿El otro? - Si, el número dos de bastante. Luego cuándo vi que no volaba me dejé caer - ¿Caer dónde? - En el mismo punto donde cayó Alicia, justo al lado de la puertecita parlante que abría el camino al País de las Maravillas.


-¿Se dio muy duro?- Me dio muy duro. Igual que Alicia me puse a llorar y como ella paré de hacerlo cuando noté que me iba a ahogar en mis propias lágrimas, en lugar de desahogarme con ellas. - Una razón muy técnica para dejar de llorar.- No todo lo del ego es ordinario. - Y dígame, además de llorar ¿Cuáles eran sus otras opciones? -Nostalgia y autocompasión por la realidad perdida y la pérdida de realidad y/o cruzar la puertecita habladora - ¿Qué decidió? - Cruzar. Cruzar porque, si bien ego estaba aterrorizado, no por ello dejaba de comprender que la situación carecía de reversa. Imagínese que desde donde estaba la vieja realidad se veía a través de un vidrio. Parecía una pecera. Muchos peces boquiabiertos. Ego me puse a pensar, con una pincelada de uvas verdes, que de todas maneras en la vieja realidad ego no iba para ninguna parte. Allí mi vida se repetía todos los días. Siempre los mismos cuentos. La cuotidianidad le decían. Era como el impuesto del tedio. Pague con aburrimiento su derecho a ser un fiel cumplidor del deber. Ud. sabe. El deber ese (de heces), el que nunca deja de existir al ser como es. El que detesta a let it be y ama a Laisse faire passer. Me dije que si todos los días veía y hacía lo mismo era porque nunca me había movido de donde estaba. Y uno no puede ir a ninguna parte sin moverse. Y ego quieto. Así que me pareció buen negocio moverme, incluso pasando por la bocona de la puertecita. - ¿Qué del otro lado? - Incómodo al principio, despistado después. Hasta que me topé al gato sonrisa de Luna, felino no muy educado pues siempre desaparecía con una sonrisa en los labios. El que me empistó haciéndome ver que cuando uno no sabe para dónde va cualquier camino es bueno. Más o menos que por cualquier lado se llega a cualquier parte. Cuando nos despedimos del sabio mínino, otro me remachó: ¡Viste! - exclamó - no importa dónde estás, ahí estás. Debo decir que ahí fue - ahí puntualmente- donde le robamos el reloj al conejo Afanado - ¿Qué hicieron con el? -  Lo empeñamos en no decir la hora. -


  ¿Bueno al fin y al cabo, supieron dónde estaban? - Supimos dónde estábamos pero no dónde habíamos quedado. -¿Cómo así? - Es curioso. Estábamos en el país de Alicia navegando en la pecera y ahora ego era el boquiabierto. Otro parecía muy contento. -Cuénteme, ¿otro se alimenta? - De mí y ego me nutro de él. - No me diga que lo nutre con maná - lo que sea me va convirtiendo a ego en yo. - ¿Y ud. que le da a él? - Existencia. Le encanta manifestarse. - En serio ¿Cómo financiaron el viaje? - Con frases. Otro sabe frases para todo. Cuando empezó el viaje me dijo: "Uno puede ser rico de dos maneras: aumentando los ingresos o disminuyendo las necesidades". -Obviamente nosotros vamos a ser ricos a lo pobre, observé. -Correcto, respondió. Vamos a tener más tiempo, más libertad, más soltura, más paisaje. - Y Dios nos proveerá como a las avecillas del campo y a las flores del valle que ni labran, ni tejen, ni hilan ni nada y sin embargo nunca a su plumaje y petalaje algo le faltó - le interrumpí -. - Pues sí, aunque le parezca raro. Raro me pareció quedar tranquilo. La verdad, nunca faltó nada. Nada que hiciera falta, me refiero. -¿Cuánto duró el viaje? - Siete años, tiempo justo para darme tres vueltas a mi mismo en bicicleta. - La familia, los amigos, ¿qué paso con ellos? - No sé. Les dejé una nota en la puerta parlanchina: "Digan que no saben cuándo regreso, que salí ayer tarde a buscar un sueño". No creo que la hayan leído. - Bueno ¿Y ahora si cree que va para alguna parte? - Cuándo le toqué el tema a Otro, se limitó a decirme: "Vamos a donde nunca llegamos porque el lugar del destino se abre camino en nosotros". -¿Pero ud. qué cree? - Ego le creo. Finalmente, lo que disfrutamos es el viaje y todos los días llegamos a donde vamos, porque ahí vamos.


Esquizitofrenia, Luis Enrique Mejía D,   (Proloco IV, pag.7)