jueves, 25 de octubre de 2012

Cada segundo es importante, cada actividad es vital.


Estamos acostumbrados a considerar el gran valor que tiene nuestro trabajo, la actividad con la que conseguimos el sustento, probablemente el reconocimiento y con suerte aquella que nos da satisfacción, con frecuencia nuestra vida gira alrededor de ella o en su ausencia a su búsqueda. Las horas dedicadas al trabajo parecieran estar justificadas o ser lo que debe ser, pocas veces nos cuestionamos. 
Sin embargo el día y la vida están llenos de otra serie de actividades que pareciera que las vivimos como sí fueran obligaciones añadidas que tenemos que solventar en poco tiempo, prefiriendo que otro las haga por nosotros y dedicándoles poca energía y atención.
Cocinar, comer, limpiar, cuidar de nosotros y de los otros son actividades vitales tanto como conseguir "el pan de cada día" pero lo perdemos de vista, intentamos hacerlo todo en el menor tiempo posible, queriendo deshacernos rápidamente de la "obligación" para ir a hacer "otra cosa", estamos siempre corriendo detrás del tiempo y probablemente es allí donde reside lo que tanto estamos buscando, la calma y la tranquilidad: en dejar de correr, en darle a cada actividad el valor que se merece es decir, el tiempo y la atención, nuestra presencia.
Alimentarse es vital para estar en el mundo, mantener limpio el espacio en el que nos desarrollamos y compartimos es vital para sentirnos a gusto en nuestro lugar, poder estar presentes al momento de relacionarnos nos permite crecer en cada relación, cada segundo es importante, cada minuto dedicado a la actividad que sea es vital.
¿Que pasaría si viviéramos "como si" todo lo que hacemos durante el día fuera importante, y le dedicáramos toda nuestra atención? Por lo menos podríamos curiosear en algunas de las situaciones que se nos presentan durante el día, espacios para entrenarnos están a nuestra disposición a cada segundo.

 Amanecer, Parque Tayrona