Con mucha frecuencia suelo observar en mi trabajo terapéutico que paradojicamente, aquello que la mente nos enseña como el camino que conduce a la solución de cualquier dificultad, termina convirtiéndose, en la prisión que bloquea cualquier salida y que rápidamente nos separa de la experiencia de la realidad.
Cuando algo no funciona de la forma que queremos en nuestra vida la primera imagen y pregunta que viene a nosotros es un ¿por qué? en mayúsculas y negrita, si concentramos en ello toda nuestra atención terminará por eclipsar los demás contenidos creativos que vienen asociados, así como los recursos y el contacto con la experiencia del momento.
Preguntarnos ¿por qué? es una pregunta muy útil, sin embargo ni es la única, ni es la meta. Pero pareciera que logramos cierto regocijo creando historias que respondan a ella, sobre el pasado, sobre los antepasados, sobre las carencias, sin embargo esto solo es el punto de partida.
Podemos crear preciosas y elaboradas historias, acerca de recuerdos parciales, fragmentados y deteriorados de nuestro pasado, historias que una vez elaboradas entran rápidamente a formar parte de nuestra descripción de nosotros mismos y de nuestro discurso... Una nueva cárcel, elaborada, pulida y detallada pero al fin y al cabo historia y cárcel.
Y por supuesto que una parte importante de un proceso terapéutico es la comprensión, pero nos distraemos con la comprensión del pasado sin intentar relacionarnos con la comprensión del presente. Tal vez incluso sin responder a esta pregunta también podamos encontrar el camino y probablemente llegaremos al "porque..." de manera natural, como conclusión, como una nota al pie que explica al lector el proceso, que pone en contexto, pero no como el objetivo
Permitamos al por que? tener un lugar, pero mas reducido, al lado del ¿que es lo que continuo haciendo para mantener esta situación?, al lado del ¿como? y muy por debajo de la atención consciente, de la presencia sin juicios en el momento presente.