lunes, 24 de febrero de 2014

El hábito de aplazar la felicidad, un error de apreciación

"Felicidad", que intangible e inalcanzable suena esta experiencia. Pareciera que corremos toda la vida tras ella, siendo tal su velocidad, que cuando alcanzamos a tenerla entre índice y pulgar, aún sin recuperar el aliento, vuelve y se escabulle obligándonos a retomar la carrera.

Solemos considerar la felicidad como un estado casi permanente al que debemos tener acceso por derecho propio, y para su encuentro nos empeñamos en poner en orden cada uno de los aspectos de nuestra vida, pensando que el control de todas aquellas áreas traerá como resultado el hecho de ser felices. Sin embargo, con frecuencia, dentro de la ecuación olvidamos contemplar la variable del cambio, olvidamos el movimiento, olvidamos que nuestra vida está construida en la interacción con otras personas que también se mueven y por tanto es bastante improbable que la ecuación “todo bajo control” dé como resultado “el estado de felicidad”.

Pretendemos “ser felices” esperando el escenario ideal: cuando la situación económica sea óptima, cuando tengamos una casa, un trabajo, un amor, estabilidad emocional, el bienestar de los nuestros, y la lista podría continuar y así continuamos, aplazando, corriendo, esperando a tenerlo todo como creemos que debería estar, para poder permitirnos descansar en el sofá y saborearla.

No obstante, si nos detuviéramos un momento a observarnos, seguramente comprenderíamos que hemos errado en el enfoque, que hace falta volver a plantearnos su significado en nuestras propias vidas, porque la realidad es otra, y nos enseña que probablemente la felicidad no sea un estado al que tengamos derecho, sino mas bien una actitud para cultivar, una forma de disfrutar de los momentos, un espacio desde el cual interpretar las vivencias y actuar, una visión clara del presente que nos permite reconocer el gozo de este preciso segundo.

Se trata más bien de saborear cada situación que surge y se evapora desde la presencia y la aceptación, para dar espacio a la siguiente experiencia. Sólo desde esta actitud podremos construir la base desde la cual vivir tanto lo agradable como lo desagradable, de otra forma solo estaremos luchando con las situaciones y de nuevo corriendo tras el “poder ser felices”.


Cuando nos relajamos y permitimos que la vida se muestre como es, porque finalmente así terminará siendo por mucho que nos opongamos a ello, incluso en las situaciones más adversas, en medio del dolor, gracias a la aceptación hallaremos momentos dulces, en los cuales podremos comprobar que la felicidad no es como nos imaginábamos, es mucho más sencilla, mucho más estable, mucho más sutil. Solo entonces podremos permitirnos ser felices, sin esperar nada que no sea lo que pasa en el presente, aquí y ahora, en la vida tal cual se presenta en este momento.