Nos damos tanta importancia, que solemos perdernos en la mirada sobre nosotros, centrándonos en lo que creemos ser, en lo que nos falta, en lo que deberíamos estar sintiendo, y finalmente lo que vemos es el resultado miope y distorsionado de nosotros mismos.
Instalamos una gran lupa sobre nuestros pensamientos y sentimientos, creyendo que esto es lo correcto, que así nos conoceremos, y que podría ser el camino adecuado para crecer, sin embargo la lupa todo lo agranda y terminamos siendo universo que todo lo ocupa.
“Lo que siento es tan importante”, “lo que me pasa a mi es tan importante”; si retiráramos por un momento la lupa y nos diéramos simplemente el permiso de “ser”, podríamos ver que: lo que me pasa pasará, que yo soy uno más en relación con el todo y que eso que veía tan grande, tan difícil, tan importante, es solamente parte del proceso de vivir y aprender.
A veces es necesario volver a ser ordinarios, dejar de ser el centro para ser parte, mañana el sol saldrá de nuevo sin que yo participe de sus planes o controle su horario, la hierba crecerá, el tiempo pasará sin que yo pueda retenerlo o acelerarlo.
Observarse con sencillez, sabiéndose parte de las relaciones, de la vida, del mundo, conservando el equilibrio entre lo que pasa dentro y lo que pasa fuera, siempre dedicándole tiempo a dar perspectiva a cada situación, y esa perspectiva sólo se logra, si retiramos la lupa por unos minutos.
Curuba, Subachoque