martes, 19 de octubre de 2010

La práctica de la compasión, una herramienta terapéutica


“Le dio un beso a su dolor…le dolió menos” Luis Enrique Mejía

Cada vez con mas frecuencia nos encontramos de frente con el vacío, con esa sensación en el estómago que nos desconecta de todo motivo o ilusión, con esa sensación de que todo ya esta vivido, nada tiene novedad alguna y que los días se vuelven pesados enemigos ,frente a los cuales, no nos queda ninguna respuesta, más que la de pasar por ellos cargando con la desazón y la desilusión.
Perdemos casi toda conexión con la vida y las relaciones; poco a poco se va viendo mellada nuestra sincronía con la vida y nuestra confianza en la propia capacidad, para romper con esta cadena de pensamientos y sensaciones que nos secuestran del presente y de la ilusión.

El sentimiento de vacío, está estrechamente relacionado con extraviar el vínculo que nos mantiene unidos con el todo, con empezar a alimentar ideas y sensaciones de desconexión, dejar de participar en el milagro de la vida, del aquí y el ahora.

Buscar y practicar la compasión en nuestra vida, implica algo más que empatía, algo más que sentirnos en el lugar del otro y entender su sufrimiento; sentir compasión significa sentirse parte del mundo, reestablecer la conexión, y solo por esta sencilla razón sientes lo que siente el otro, porque puedes experimentar lo que le sucede, no sólo a nivel racional, el otro pasa a formar parte de ti, es parte de tu mundo y tu mundo forma parte de él.

El ejercicio de la compasión como una experiencia que nos acerca a los otros  y  a nosotros mismos, renueva esta vinculación con la vida, nos permite sentirnos parte del todo.

Cada vez que hay un acto de compasión, nuestro cerebro lo registra a nivel químico, es decir, que cuando somos compasivos alimentamos también a nivel físico nuestra mente y nuestro cuerpo.

Una buena forma de empezar a desarrollar la compasión en nosotros es buscando experimentar el propio dolor con amor incondicional, suavizando nuestros pensamientos acerca de nosotros mismos, permitiéndole estar, fluir y sanar sin enjuiciarlo, recetarlo y ocultarlo.

Cultivar la compasión hacia nosotros y hacia los que nos rodean es uno de los caminos para volver a encontrar nuestro espacio en este mundo.

Aquí hay un ejercicio que puedes poner en práctica:

En cualquier lugar que te encuentres: la cola del banco, la parada del autobús, el lugar de trabajo, escoge en tu mente alguna persona extraña, obsérvala con discreción y repite en tu mente:
-       Así como yo, esta persona esta buscando la armonía en su vida.
-      Así como yo, esta persona ha sentido dolor, frustración y soledad.
      -      Así como yo, esta persona desea ser amada y contenida.