Con alguna frecuencia aparece en mi mente, algo que una persona me compartió hace mucho tiempo: “Al dormir, no puedo poner mi cuerpo boca abajo, me asusta tener el oído en la almohada y alcanzar a escuchar los latidos de mi corazón”. Desde entonces siempre me hago muchas preguntas al respecto, en realidad esta confesión abre una dimensión infinita a mis preguntas.
¿Hasta que punto sentir nos asusta?
Los latidos son sinónimo de vitalidad, son el compás de la vida, ¿como puede asustarnos la confirmación de seguir vivos?