Es un proceso natural, no parte del deseo “de aceptar” nace de la práctica de la observación desligada.
Cuando te relacionas y te haces cargo de aquello, que las situaciones, o las relaciones, generan en ti, comienzas a responsabilizarte, reconoces como tuyos esos sentimientos, las interpretaciones, los actos, no eres una víctima de la realidad, todo aquello que pasa por tu ser, es tuyo, no de la situación o del otro.
Decides ver al otro tal cual es, y empiezas a asumir todas las proyecciones que has hecho sobre él, todas las expectativas, que finalmente eran solo tuyas, y que has puesto sobre las relaciones, en casa, en el trabajo, contigo mismo, sólo de allí surge la aceptación, es resultado, no inicio o propósito.
Aceptar implica conocer, tus pensamientos, sentimientos, el marco de creencias que te ha tenido encajado en una realidad, y que te hace interpretarlo todo de la forma que lo haces, si no te has relacionado con todo ello, el proceso no se llamará aceptación probablemente tenga otros nombres incluídos resignación o conformismo.
Aceptar es amistarse, con los fantasmas, con la sombra, con el miedo, con “el otro que hay en ti”, sentarse en la misma mesa con el dolor, mirarle a los ojos e incluso… compartir un café.
Si decides iniciar el proceso, si te comprometes con la observación compasiva de ti mismo, la aceptación será una cualidad que impregnará de vitalidad tus actos, que te permitirá sentirte ligero por la vida, ya que implica soltar expectativas y esperanzas, y que poco a poco irá transformando esos ojos con los que crees ver el mundo…
"Si estamos dispuestos a renunciar a la esperanza de que la inseguridad y el dolor pueden ser exterminados, entonces podemos reunir el coraje de relajarnos en nuestra situación sabiendo que no podemos aferrarnos a nada." Pema Chödrön
"Nos apegamos a lo que debería ser en lugar de a lo que es" Christophe André. (La Contra)
"Nos apegamos a lo que debería ser en lugar de a lo que es" Christophe André. (La Contra)